Nuestro día comenzó a las 4:30 am. Llegó a nuestro celular la oración del Ángelus, como sucedió con una oración que nos enviaban durante cada día, como preparación para este gran acontecimiento, que para algunos era su primera misión en familia. Llegamos 18 familias más algunos laicos solteros, a la Vicaria Territorial de San Pablo, nuestro lugar de encuentro. Todas ellas colaboramos de alguna forma en la Evangelización de la Familia. Llegamos desde niños muy pequeños hasta adolescentes, jóvenes, matrimonios y adultos mayores. La familia en toda su expresión.
Se formaron equipos de deportes, visiteo, logística, alimentación, entretenimiento y liturgia, entre otros.
Cada familia tuvo una misión específica, sin embargo, todos fuimos dispuestos a hacer lo que se necesitara.
Fue un día en que se mezclaron dos culturas, la urbana y la rural.
Un día de campo, en medio de la majestuosa belleza del Páramo de Sumapaz, en que jugamos en medio de la llovizna que iba y venía, y de pronto dejaba que asomara el sol y así fueron pasando las horas rápidamente. Hicimos el almuerzo con la comunidad, probamos de las exquisitas papas de la región que ellos mismos producen, con un delicioso caldo, pollo, mazorca y las infaltables guascas. Fuimos testigos de la providencia del Señor que nos colmó de regalos para la comunidad. Nuestros hijos tuvieron la oportunidad de compartir con ellos su historia, de ver su realidad de vida. Sensibilizarse ante la realidad del otro.
Esta misión nos permitió vivir un encuentro de fe. El pasaje de la visita de María a Isabel, leído en clave misionera, fue la luz que nos guio. Cuando alguien acepta el plan de Dios en su vida, la primera consecuencia es ir al encuentro de quien más lo está necesitando. Salimos, como familias, al encuentro de estos hermanos que viven en la Vereda Arrayanes en la Localidad de Usme, a compartir lo que somos y vivimos. Fuimos acogidos con gozo y con la esperanza que lo sembrado en poco tiempo dará mucho fruto.
También fue una oportunidad para conocernos entre nosotros y con nuestras familias, quienes somos agentes de pastoral familiar. Nos sorprendimos con cada talento que enriqueció el momento. Fue un espacio de mucha bendición porque el testimonio es lo que mueve el corazón de cada uno y poco a poco da el fruto que ilumina en la sociedad, en medio, a veces, de la oscuridad de la noche.
Y aunque parece poco, no hay nada oculto a los ojos de Dios que retribuye cada gesto de amor al mil por uno. La alegría de servir colma el corazón porque nadie que da sin esperar a cambio, se queda sin recibir a manos llenas. Recibimos entre muchas cosas, el agradecimiento por lo simple, la alegría, la sonrisa de los niños, el abrazo, el agradecimiento de los adultos por sentirse escogidos y mirados, los mejores deseos para tener una feliz navidad y la mutua retroalimentación de la experiencia familiar.
El amor es simplemente la manifestación de pequeños gestos que hacen la diferencia y colman de alegría el corazón de quienes participan.
Gracias Dios porque nos llama con nuestro nombre y llena de esperanza el corazón, queda en cada uno la sensación de profundo gozo al ver reflejado el rostro de Jesús en cada acto de entrega.
Seguimos orando unos por otros para que sanen nuestras heridas, nuestro cansancio, nuestros vacíos, nuestra soledad y sea fortalecida nuestra fe. Oramos para que surjan muchos matrimonios y familias misioneras dispuestas a ser amor para los otros.
La Coordinación de Evangelización de la Familia desea para todos una Feliz Navidad y bendecido año 2022.